Llegamos a Córdoba a primera hora de la mañana, sobre las nueve, en un rápido traslado en AVE desde Sevilla, y en una todavía fresca mañana de los primeros días del vivo mes mayo cordobés.
Iniciamos nuestra visita directamente a la estrella de la ciudad y quizá su emblema: la mezquita catedral, espectacular y única por su simbiosis entre lo cristiano y lo musulmán.
Tras una hora y media sumergidos entre los 365 arcos de herradura bicolores, la grandiosidad del mirhab, el altar mayor de la catedral y la frescura de la fuente del olivo en el patio de los naranjos; bajamos unos metros, hasta el rio Guadalquivir, que atravesamos por el milenario Puente Romano y que nos lleva hasta la Torre de la Calahorra, construcción militar de la Baja Edad Media.
De nuevo cruzamos a la otra orilla del Guadalquivir y en escasos minutos llegamos al Alcázar de los Reyes Cristianos y sus bellos jardines. Tras unos 45 minutos de visita, damos un paseo en el barrio donde se ubica: el barrio de San Basilio, que esconde otro tesoro de Córdoba como son Los Patios. Que son además de reflejo vivo de una arquitectura popular de siglos, refugio de tradiciones y de una forma de vida que empezamos a perder.
Son ya cerca de las dos del mediodía y hemos de reponer energías, pero estando en Córdoba no podemos comer por comer, alimentarnos sin más. Es una ocasión inigualable para conocer la cocina andaluza. Hay varias opciones y es realmente difícil decidir en qué establecimiento deleitarse: el Churrasco, la Almoraima, el Caballo Rojo, Bodegas Campos, etc. Además todos ellos están situados en plena Judería, por la que inexcusablemente todo visitante ha de perder sus pasos por sus callejuelas, pazas y recovecos: la Calle de las Flores, la Calle del Pañuelo.
Nos decidimos finalmente por comer en Bodegas Campos, pues tras el almuerzo vamos a visitar el Museo Julio Romero de Torres, pintor cordobés que plasmo a la mujer andaluza como pocos han sido capaces. En cuanto a la comida, pedimos el menú degustación. Calificaremos todo ello (atención, entorno, calidad, elaboración) de exquisito y espectacular.
Tras la visita al museo volvimos sobre nuestros pasos, a la calle de las flores, pues decidimos comprar un “cordobán”, técnica medieval realizada con cuero repujado y policromado sobre cuadros u objetos y normalmente con motivos geométricos y vegetales.
Ya sobre las seis de la tarde y con el tiempo justo nos trasladamos a Medina Azahara, un tesoro arqueológico de primer orden y que no queríamos dejar de conocer y desde el que disfrutar de una bella puesta de sol.
Son las 8 de la tarde se nos agotó el día. No es posible, no. Hay que volver a Córdoba, no hemos visto apenas cosas, nos dejamos el Palacio de Viana, el Mus gico, la subida a las Ermitas de Córdoba y sus espectaculares vistas, la Plaza de la Corredera, el Jardín Botánico….